Incidencia de problemas cardiovasculares en el sector laboral a causa de malos hábitos alimenticios

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las principales causas de morbilidad y mortalidad en México y en el mundo son las enfermedades crónico-degenerativas, entre las que se incluyen la cardiopatía isquémica y el accidente cerebrovascular. Los hábitos alimenticios, suponen un factor determinante de riesgo cardiovascular en la población humana, sobre todo cuando se trata de nuestra calidad de vida tanto personal como profesional. De acuerdo con el director de la Cruz Roja Mexicana, Fernando Suinaga Cárdenas, el 70% de los ataques cardiacos se suscitan en domicilios particulares y en espacios públicos. Las enfermedades cardiovasculares (ECV) están estrechamente vinculadas con el ejercicio que se realiza y los alimentos que se consumen. Se considera como población de alto riesgo a aquellos individuos que: incumplen con cualquiera de los horarios de comida, ingieren comida chatarra para calmar el hambre, beben agua en pocas cantidades, realizan poco o nada de ejercicio, no tienen una dieta variada, abusan de los alimentos dietéticos, comen y trabajan simultáneamente, etc. En las últimas décadas, las condiciones de trabajo, en México y en el mundo, han traído cambios notorios principalmente en los hábitos alimenticios de los trabajadores. Aunque es bien sabido, que es mejor prevenir que curar; el explicarle al paciente la importancia de la prevención, supone para el médico un gran reto debido a la falta de comunicación. Sin embargo; la prevención resulta ser el elemento clave para mitigar las causas antes que las consecuencias de un evento cardiovascular, que puede poner en riesgo la vida del trabajador, trayendo consigo un impacto en la productividad laboral.
Tema secundario: 
Autor principal: 
Ilse Ivette
Monroy Leyva
Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional
México
Coautores: 
Tonáhtiu Arturo
Ramírez Romero
Escuela Superior de Cómputo del Instituto Politécnico Nacional
México
Adrián
Luna Hernández
CECyT 7 Cuauhtémoc del Instituto Politécnico Nacional
México
Introducción: 

El estilo de vida en México, se ha convertido en el factor más importante de riesgo cardiovascular actualmente, ya que los hábitos alimenticios de los trabajadores se han ido modificando en los últimos años, es por ello que la investigación juega un papel sustancial al respecto. Cuando una persona trabaja, pasa la mayor parte de su tiempo fuera de casa, lo que conlleva a que alimentarse sanamente sea todo un reto; más aún cuando en el lugar de trabajo se carece de un espacio destinado para consumir los alimentos o bien, cuando las actividades a realizar durante la jornada laboral no permiten que exista un horario fijo para la toma de alimentos. La mala alimentación tiene un impacto verdaderamente significativo en la productividad laboral, ya que, los malos hábitos alimenticios no solo dejan secuelas en el estado de salud, también lo hacen en la apariencia física y en el estado de ánimo de quienes tienen la costumbre de llevarlos a cabo. Patologías como la hipercolesterolemia, la hipertrigliceridemia, la hipertensión arterial, la obesidad y la diabetes mellitus tipo 2; pueden desarrollarse simultáneamente en el organismo, dando lugar a lo que hoy conocemos como “síndrome metabólico” (Baynes, J. & Dominikzac, M., 2011) que en la mayoría de los casos deriva en una enfermedad hepática grasa no alcohólica (EHGNA), ya que es una de sus complicaciones. Se considera que una dieta no es saludable cuando se consumen alimentos en exceso o se dejan de consumir; por ejemplo, los alimentos muy salados son perjudiciales para la salud por su alto contenido de sodio, los alimentos ricos en almidón producen un aumento de peso, eliminar las grasas por completo podría resultar contraproducente, puesto que, el organismo requiere de grasas insaturadas para su buen funcionamiento, etc (Gil, A., 2010).

En la mayoría de los casos no es necesario que el trabajador haga un autoanálisis con detenimiento para darse cuenta de que forma parte de la población considerada vulnerable de sufrir un ataque al corazón a causa de sus malos hábitos alimenticios. Para adquirir una disciplina alimentaria en el trabajo es necesario que cada uno de los trabajadores distribuya su tiempo de manera adecuada para realizar todas las actividades deseadas durante el día y fije un horario para la toma de sus alimentos. Así mismo, a la hora de comer, cada individuo debe ser responsable de vigilar que en su menú de cada día haya al menos un alimento de cada grupo alimentario y una cantidad suficiente de agua acorde a su peso y talla. De esta manera el trabajador tendrá en un corto plazo una notable mejoría de su estado de salud y por consecuente incrementará su productividad laboral.

 

Metodología: 

Para obtener a diario la combinación adecuada de nutrientes y energía es necesario llevar una dieta sana y ejercitarse de manera regular. Una dieta saludable debe ser variada, ya que no existe a la fecha ningún alimento que contenga todos los nutrientes para suplir las necesidades energéticas del organismo. Se estima que todos los trabajadores del sector laboral, en distinta medida, forman parte de la población considerada de alto riesgo para fines del presente artículo. Ya que, de los malos hábitos alimenticios que se incluyen en la tabla, todos los trabajadores dicen tener uno o varios de ellos. Actualmente, la diversidad dietética es considerada el elemento clave para alcanzar los requerimientos nutricionales que el organismo necesita para llevar a cabo todas sus funciones. Un buen estado de salud está estrechamente ligado a una alimentación saludable, que reduce las posibilidades de padecer enfermedades crónico-degenerativas que aunque no son transmisibles, son la primera causa de muerte y discapacidad en todo el mundo (López, J., 2015).

Altas concentraciones de azúcar en la sangre

Azúcares es el término que más comúnmente se utiliza para designar a los hidratos de carbono que tienen un característico sabor dulce y debido a que son la principal fuente de energía del cuerpo humano, son un foco importante de atención en materia de malos hábitos alimenticios cuando se habla de enfermedades cardiovasculares (ECV). Los azúcares los podemos clasificar en simples y complejos; los azúcares complejos contienen fibra y nutrientes y por lo tanto están provistos de un importante valor nutricional, mientras que los azúcares simples, al ser de rápida absorción, más del 45% de estos se convierten en ácidos grasos (Gómez, L., Beltrán, M. & García J., Julio, 2013). Existe una relación directa entre el consumo de azúcares y el aumento de los triglicéridos en la sangre. Pues, una dieta rica en azúcares, hará que estos se absorban a nivel intestinal y pasen a la circulación sanguínea para ser almacenados en el hígado como una fuente alternativa de energía por medio de un proceso llamado neolipogénesis, que da lugar a la formación de grasas a partir de azúcares simples (Mckee, T. & Mckee, J., 2014). La formación de grasas tiene como consecuencia el aumento de los triglicéridos en la sangre, el aumento de grasa visceral, el aumento de la presión arterial y de la resistencia a la insulina; así como la disminución de las lipoproteínas de alta densidad (HDL), que son las encargadas de transportar al hígado el colesterol ingerido, para su almacenamiento, o bien, para su eliminación por medio de la orina. La fructosa es el azúcar simple que se encuentra en todas las frutas y en otros alimentos como el azúcar de mesa. El aumento de ácido úrico en la sangre es uno de los efectos más significativos del consumo de fructosa en la dieta, esto sucede porque no existe ninguna hormona que le envíe una señal de saciedad al cerebro para que limite su absorción, teniendo como efectos secundarios la formación y el almacenamiento de grasas en el hígado, más aún, si existe una resistencia a la insulina. Por lo tanto, el abuso en el consumo de azúcares en la dieta aumenta la predisposición de padecer cardiopatía isquémica.

La isquemia miocárdica se caracteriza por la pérdida del equilibrio entre el aporte y la demanda de oxígeno de las células del músculo cardíaco. Este padecimiento puede dar lugar a la formación de una placa de ateroma en la pared más interna de las arterias que nutren al corazón originando la obstrucción total o parcial de la luz del vaso, sin causar síntomas hasta que el flujo sanguíneo se ve comprometido (Milei, J. & Lerman, J., 2015). Los síntomas anginosos tienen lugar cuando el músculo cardíaco no recibe la suficiente irrigación sanguínea, lo que provoca dolor de tipo opresivo en el tórax, que en la mayoría de los casos se extiende al brazo izquierdo. La angina de pecho estable aparece en condiciones de esfuerzo físico y dura poco tiempo, no obstante, los malos hábitos alimenticios y altos niveles de estrés pueden ocasionar que la angina de pecho estable evolucione a inestable, dando lugar a un ataque cardíaco o a un derrame cerebral.

Importancia de regular la ingesta de grasas en la dieta

La grasa hace que los alimentos sepan bien; sin embargo, las dietas ricas en ácidos grasos saturados y ácidos grasos trans aumentan significativamente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares (ECV) debido a que incrementan los niveles de colesterol malo en la sangre y por tal motivo el consumo de grasas saturadas recomendado está por debajo del 10% del gasto energético total de una persona. Aunque es bien sabido que las grasas proporcionan el doble de energía por gramo que cualquier otro nutriente, su consumo debe ser regulado con objeto de aminorar la predisposición de cardiopatías. Una dieta se considera cardiosaludable cuando el intervalo de ingesta de grasas se encuentra entre el 20% y el 35% de la energía total ingerida de acuerdo con la Acceptable Macronutirent Distribution Range (AMDR). Esta recomendación se basa en estudios que indican que la ingesta abusiva de grasas aumenta el riesgo de obesidad y sus complicaciones. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la obesidad tiene un impacto económico que se traduce en el incremento de gastos en los servicios de salud por los costos asociados a la misma. No obstante, las empresas prefieren contratar a elementos de peso normal por el hecho de que las personas obesas suelen ser menos productivas debido a los problemas de salud que tienden a desarrollar en un corto a mediano plazo.

Existen dos tipos de ácidos grasos: los saturados y los insaturados, aunque los últimos se clasifican por el número de insaturaciones que contengan (Carrillo, L., Dalmau, J., Martínez, J., Sola, R. & Pérez, F., Marzo 2011). Así, los ácidos grasos monoinsaturados (AGM) contienen un doble enlace como por ejemplo el ácido oleico que está presente en la mayoría de las grasas animales y en algunos aceites vegetales, especialmente en el aceite de oliva donde puede alcanzar hasta un 80%. Los ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) tienen más de un doble enlace y se les puede clasificar en dos familias: los de la serie n-3 y los de la serie n-6, también denominados omega 3 y omega 6 respectivamente. Los ácidos grasos insaturados son indispensables para formar un número importante de compuestos biológicos, por ejemplo, el colesterol es el principal precursor de ácidos biliares y hormonas esteroideas indispensables para metabolizar grasas y proteínas, regular los niveles de sodio y secresión de bilis, mantener los niveles de calcio y fósforo en el torrente sanguíneo, etc. Los ácidos grasos esenciales permiten el transporte y la absorción de las vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y se caracterizan por poseer dobles enlaces en su configuración molecular, lo que hace que su absorción en el organismo sea mucho más rápida (Gónzalez, Ma., 2012). El intervalo aceptable de recomendaciones nutricionales para una dieta cardiosaludable (AMDR) debe encontrarse entre el 5% y el 10% del ácido linoleico y el 0.6% y el 1.2% del ácido alfa linolénico. Estos niveles de ácidos grasos esenciales harán que se mantengan las proporciones adecuadas de ácidos grasos esenciales en el organismo recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

 

 

Resultados: 

Es posible calcular el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular (ECV) si se conoce la presión arterial y los niveles de lípidos en el torrente sanguíneo. Los niveles de lípidos hacen referencia a los niveles de colesterol y de lipoproteínas en la sangre, encargados de transportar las grasas desde las células y hacia las células para su aprovechamiento (Alexánderson, E., 2017). Es de vital importancia que los individuos con antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular (ECV) tomen las medidas necesarias para mantener unos niveles adecuados de lípidos, es decir, es importante no exceder los 200 mg/dL de colesterol total en la sangre. La mayoría de las personas afectadas por cardiopatías no solo padecen aterosclerosis e hipertensión arterial. Es muy común que presenten ambas enfermedades, ya que una predispone a la otra. Aunque si bien es cierto que la aterosclerosis y la hipertensión arterial dañan a la mayoría de los órganos del cuerpo humano, se debe tener especial cuidado con el corazón y el cerebro, porque de ellos depende la vida (Lutz, C. & Przytulski, K., 2011). Ya se ha comprobado que ácidos grasos esenciales como el ácido oleico y los omega 3 tienen efectos saludables en el organismo, ya que mejoran el perfil lipídico de la sangre, disminuyen la presión arterial, aumentan la vasodilatación arterial, previenen la arritmia y la muerte súbita, entre otras.

Discusión de resultados: 

La alimentación diaria de cada individuo debe contener la cantidad requerida de macro y micronutrientes para cubrir la mayoría de las necesidades fisiológicas del organismo. Una dieta saludable en la mayoría de los casos se basa en reducir la ingesta de grasas saturadas y azúcares e incrementar el consumo de frutas, verduras y fibra (Bellido, D. & de Luis, D., 2006); sin embargo, resulta mucho más sencillo conseguir alimentos con altos contenidos de grasa, azúcar y sal para calmar el hambre, ya que estos, están disponibles en cualquier lugar y época del año, a diferencia de muchas frutas y verduras que suelen ser de temporada.

Aunque los carbohidratos son la principal fuente de energía del cuerpo humano, especialmente para el funcionamiento neurológico y el ejercicio físico, los lípidos y las proteínas juegan un papel igual de importante que los precedentes. Pues a diferencia de estos, los lípidos le proporcionan al organismo vitaminas liposolubles y ácidos grasos esenciales para la formación de otras sustancias igual de importantes y las proteínas participan en el crecimiento, la reparación y el mantenimiento de los tejidos del cuerpo humano (Thompson, J., Manore, M. & Vaughan, L., 2008).

Conclusiones: 

Las grasas saturadas nos protegen de enfermedades cardiovasculares (ECV) pero también las pueden provocar. Cuando hay un balance negativo de nutrientes en la dieta, el organismo dispone de todas sus reservas nutrimentarias para suplir sus necesidades y a medida que estas se agotan se pueden observar cambios somáticos y disfuncionales específicos para cada nutriente. Así, el exceso de un alimento o la carencia de otro, alteran el equilibrio nutricional de la persona y pueden conducirla a un estado de obesidad y desnutrición (Vega, L. & Iñarritu, Ma., 2010). Un estado de desnutrición puede provocar en las personas síntomas como: mareo y fatiga, debilidad muscular, deshidratación, dificultades para concentrarse, escorbuto (encías inflamadas y sangrantes) e irritabilidad que pueden desencadenar una serie de padecimientos mayores como la anemia ferropénica, las enfermedades gastrointestinales, o el bocio.

Agradecimientos: 

Agradezco al Instituto Politécnico Nacional (IPN) y a la Escuela Superior de Medicina del IPN por brindarme los medios para tener una formación médica de calidad.

Referencias bibliográficas: 
  • Alexánderson, E.. (2014). Fisiología cardiovascular, renal y respiratoria. México: El Manual Moderno.

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  • Baynes, J. & Dominikzac, M.. (2011). Bioquímica Médica. España: Elsevier.

  • Bellido, D. & de Luis, D.. (2006). Dietoterapia, Nutrición Clínica y Metabolismo. España: Díaz de Santos, S. A.

  • Calmaraza, P.. (2008). Lipoproteínas de baja densidad (LDL) oxidadas. Revista Electrónica de Biomedicina, 3, pp. 52-60.

  • Carrillo, L., Dalmau, J., Martínez, J., Sola, R. & Pérez, F.. (Marzo 2011). Grasas de la dieta y salud cardiovascular. Atención Primaria, 43.

  • Castellano, C. & Pérez, M.. (2004). Electrocardiografía Clínica. España: Elsevier.

  • Gil, A.. (2010). Tratado de Nutrición Tomo 1. España: Médica Panamericana.

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  • Gónzalez, Ma.. (2012). Laboratorio clínico y nutrición. México: El Manual Moderno S. A. de C. V..

  • López, J.. (2015). Manual de Hemodinamia y Aplicaciones Clínicas en Cardiología. República Dominicana: Corazones del Cibao.

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  • Milei, J. & Lerman, J.. (2015). Cardiología. Temas actuales. Buenos Aires. Corpus.

  • Pérez, Y.. (Enero-Abril 2007). Oxidación de las LDL y su relación con la patogénesis de la aterosclerosis. CENIC. Ciencias Biológicas, 38, pp. 3-11.

  • Thompson, J., Manore, M. & Vaughan, L.. (2008). Nutrición. España: Pearson Educación S. A..

  • Trapani, G.. (2015). Diferencia entre grasa saturadas, insaturadas y trans. Junio 12, 2018, de IAFSTORE. Sitio web: https://blog.iafstore.com/es/diferencia-entre-grasas-saturadas-insaturadas-y-trans-a159

  • Vega, L. & Iñarritu, Ma.. (2010). Fundamentos de nutrición y dietética. México: Pearson Educación.

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