El futuro de lo psicosocial: Entre renuentes, resilientes y disfraces

El futuro de lo psicosocial: Entre renuentes, resilientes y disfraces

Martes, 26 Enero 2016
Javier Llaneza 
Doctor en Psicología, Diplomado en Ergonomía por la Universidad de Paris 1, Máster en Seguridad y Salud en el Trabajo e Ingeniero en Metalurgia. Compagina su actividad como responsable de Higiene y Ergonomía en una multinacional con su trabajo como perito judicial, conferenciante y profesor invitado. Javier Llaneza inició su actividad profesional como ergónomo judicial en 1995. Desde entonces ha realizado más de 400 informes periciales con su correspondiente ratificación y defensa en sala judicial, comprendiendo todo el variado campo de competencias de este especialista.

Javier Llaneza
Perito Judicial en Prevención de Riesgos Laborales
Presidente de la AEE (Asociación Española de Ergonomía y Psicosociología Aplicada)

Desde que la prevención de riesgos laborales es una inversión beneficiosa para cualquier organización, a  que los datos científicos demuestren un fuerte vínculo entre la salud de la plantilla y la productividad de la empresa, o que el estrés tiene un alto coste, etc. Conocemos estos titulares, los hemos visto muchas veces igual que estamos al tanto de las investigaciones, incluyendo que repetir las cosas varias veces no las cambia. 

Redundancia y resiliente, dado que la mayoría de los programas de gestión de los riesgos psicosociales se centran en lo que el individuo puede hacer para controlar o evitar el estrés. Es extraño encontrar intervenciones para cambiar la organización del trabajo para que sea menos estresante y más productiva, y lo seguirá siendo mientras persista la renuencia a gestionar los riesgos psicosociales.

Por el contrario, es turbadora la disposición a ser socialmente responsable, que la compañía sea una organización responsablemente saludable, familiarmente responsable o que sea  el mejor lugar del mundo para trabajar. Y no pretendo ser redundante.

Si por lo que respecta a la prevención de los riesgos laborales, el futuro en general es incierto, en lo psicosocial, es una incógnita. Los atajos para pasar de la omisión de la evaluación de los riesgos psicosociales al (auto) reconocimiento como una organización saludable, no parecen nada serios, por ejemplo: se puede presumir de poner en marcha una acción contra la obesidad y el colesterol o haber convertido a la plantilla en un colectivo de ex-fumadores, sin haber hecho intervención psicosocial en la empresa; será saludable pero puede incumplir las obligaciones fijadas en la normativa europea, que no será específica, pero es suficiente y clarificadora. 

Pero más preocupante aún es derivar la responsabilidad de la gestión psicosocial y por tanto, las acciones de prevención, intervención y control frente a los riesgos psicosociales al ámbito de la promoción de la salud.  ¿A alguien se le ocurriría atribuir un acondicionamiento de las instalaciones, el cerramiento acústico de un proceso productivo o una mejora en la zona de alcance del trabajador a una acción de promoción de la salud? Todos estaríamos convencidos de hablar de intervenciones desde la Seguridad, la Higiene y la Ergonomía respectivamente. Pero una vez más, el rasero no parece ser el mismo para la Psicosociología. Se vislumbra el riesgo de diluir la frontera entre lo que son acciones de promoción de hábitos saludables (sin duda beneficiosas para la empresa y el trabajador) con acciones o intervenciones sobre factores de riesgo psicosocial, único camino posible (y reglamentario) para combatir los riesgos psicosociales. 

Todo lo cual no es óbice para que en estos tiempos de “exhibición” y de cuidar la imagen, no sea incompatible la omisión de la observancia de evaluar los factores de riesgo ligados, por ejemplo, a la organización del trabajo, con la obtención de galardones, premios y reconocimientos como marchamo de cumplimiento y buen hacer, tanto por parte de las empresas como por los gerentes y/o algunos responsables de PRL.

Claro que los márgenes de maniobra de los gerentes son cada vez más reducidos y la exigencia de gestión (económica) va por delante de otros aspectos menos evidentes como: la organización del trabajo o el apoyo a la actividad de los colaboradores, dimensiones esenciales para el buen funcionamiento de la empresa y el bienestar de los empleados, pero eso no supone que debamos travestir o disfrazar la Psicosociología, ni frivolizar con los daños a través de la “psicologización” por remisión a lo  individual. 

Para el caso, el estrés, que como en el día de la marmota, es acertado considerar  que vivimos en una permanente y recurrente investigación sobre el mismo.  Parece razonable esperar que sigamos hablando del estrés, aunque el viejo Hans se revuelva en su tumba cada vez que hay una investigación o una tesis sobre el estrés; es cierto: ¡no para de moverse!

La historia del polisémico estrés y recurrente objeto de investigación es también la desdichada historia de los riesgos psicosociales, y los cambios sociales y académicos ocurridos en las últimas décadas - que por supuesto habrá que investigar-, sugieren que también lo será en el futuro. Los avances en el estudio del estrés laboral deberán considerar necesariamente aquellos factores externos que influyen sobre la organización del trabajo, factores internos vinculados al desarrollo de la investigación, y factores acumulativos derivados del estrés, que sufre el especialista honesto,  que mide y produce informes- seguro que fiables y validos- sin tomar medidas, o  de la frustración de la intervención psicosocial sin intervenir sobre la organización del trabajo, sobre la prevención primaria que siempre es la última, en el mejor de los casos; en realidad ni está ni se la espera. 

La investigación de lo Psicosocial no está libre de los mismos peligros que el resto de la ciencia, como señala Pierre Bourdieu desde los presupuestos del constructivismo social. Por una parte, advierte de esos intereses externos al campo científico, en especial económicos y políticos, que amenazan su autonomía, mientras que de otro lado no se olvida de denunciar el colaboracionismo desde el interior del campo científico. Destaca que la pérdida de autonomía de la ciencia es posible gracias a que los grupos de científicos/as  son subordinados  y endogámicos,  inclinados a aceptar esas presiones externas a cambio de la mejora de sus propias posiciones profesionales.

Señala Marino Perez,  Catedrático de la Universidad de Oviedo, en un interesante artículo que Martin Seligman -el gurú de la Psicología Positiva, tras agotar la indefensión- y tras quedarse sin “afrontamiento”, reconoce haber visto la luz, del verde dólar,  mediante la financiación por Charles Fenney de  la fundación Atlantic Philantropies,  un millón y medio por adoctrinar “haciendo fluir” y orientar la investigación hacia el “bricolaje individual”: hágaselo usted mismo y construya su propia “resiliencia”, sea feliz en el trabajo, no se queje por un poco de acoso, una supuesta polivalencia que no tiene no es óbice para que asuma nuevas tareas, sea feliz y si no lo consigue, no se preocupe,  le acabaran despidiendo igual pero sin la cara de infeliz desgraciado.

En la misma línea recuerda que, hay una legión de psicólogos positivos, coaches, oradores motivacionales y emprendedores de la industria de la autoayuda que “predican esta nueva psicología que tal parece que estuvieran promoviendo un tipo de religión”. Definitivamente, estas prédicas sitúan al individuo como el origen y la solución al problema de los riegos psicosociales,  especialmente cuando el curso de “coaching”, de relajación o de “mindfulness” fue financiado por la empresa, fuera de las horas de trabajo y la valoración por parte de los asistentes “ha sido tan positiva que se repetirá anualmente”

Ni siquiera sabemos si la Psicosociología Aplicada como disciplina científica seguirá llamándose así, sobre todo cuando la realidad nos muestra que no hemos pasado por  la epistemología y el debate dicotómico,  básico/aplicado (Psicosociología básica?), Psicología/Sociología, Psicología Ocupacional/Psicosociología Aplicada,  Ergonomía/Psicosociología, etc./etcétera... Otras opciones representan la tensión entre el ámbito académico y el aplicado de la prevención de riesgos, pero tal vez lo fundamental sea en la forma de entender y actuar sobre los riesgos psicosociales, ya no es en la contraprevención o “psicoeugenesia” (resilientes, comprometidos y felices), ni en la renuncia a la prevención colectiva donde se juega el futuro, es en la proyección social de la prevención psicosocial,  en la protección de la salud pública garantizando la salud psicosocial de los individuos, de los trabajadores. 

Promover la salud mental en el trabajo es una responsabilidad con la que no se puede experimentar, ni más ni menos que como la salud física, la OMS dixit. 

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